jueves, 2 de julio de 2009

Autorretrato


A la otra, a Carla, es a la que le ocurren las cosas. Yo me doy vueltas en un paso, invierto provechosamente cada uno de mis segundos, mientras Carla aparece en el visor del teléfono, eso me indica que esta viva, donde sea que mire hay indicios de ella, cuadernos, vestidos e incluso maquillaje. Me gusta el olor del pasto mojado, los malabares, el teatro antiguo, la mezcla de café y cigarros y la lluvia mirada desde mi ventana; a Carla le gustan las mismas cosas, pero de un modo exagerado, lo que la hace parecer una mala actriz de telenovela venezolana. Se que no puedo decir que tenemos una relación del todo mala, yo experimento y dejo que experimenten conmigo, ella simplemente observa y así puede imaginar. Ella me necesita, sin mi sus poemas no se escribirían. Se que no podemos decir quien es mejor, se que separadas no somos nada y también se que nuestra unión solo contendría una parte de mi, quizá sea para lo que estoy destinada, estoy conciente de sus insistentes ganas de llamar la atención, me resigno ante la evidente perdición.
Siempre supe que una de las dos tendría que ceder, y también sabía que esa una tendría que ser yo, que ya no seré yo, sino Carla, se que no me perderé, cada vez que leo sus escritos, veo sus obras, escucho sus palabras o simplemente la siento reír puedo darme cuenta que no me extinguiré jamás. Si bien nunca tuve nada que fuera realmente mío, todo era de ella, Carla, todo fue por ella, todo nació de ella y todo terminara con ella.